15 marzo 2008

VESOS- BOCES



Aquí debería haber una razón, una sola que justifique esta misión y que no sea la de quitarse la vida, ese otro gesto obsceno de perversión que me invade por momentos en la vigilia.
Recordé entonces su nombre, su llegada a mi puerta, su brisa transparente y suave, reparadora de este infierno- hombres que me posee.
Con esta sagrada pertenencia, acaricio los pétalos de unas flores amarillas de un jardín a mi paso y veo como suave se mecen las hojas y los frutos de un árbol señal de que el viento ha pasado y que es un milagro presentirlo, detrás, en colores púrpuras y naranjas las nubes se arremolinan con unos vestigios finos de pájaros en las sombras, atardece entonces sobre esta cara del mundo, sobre el Marzo de hombres apresurados, sobre voces interminables en la calle, sobre mentiras, sobre voces impostadas, sobre aquél pecado de las palabras que de a unas recorre los senderos para perderse en el inicio de la noche.
Antes de este milagro, me pregunto donde te has ido, pregunto si ese lugar no está al fin dentro mío ?
Y por primera vez acaricio la navaja, como si fuera el primer amor, y siento el metal en al alma, como siento el paso del tiempo y la espera de tu beso, del primero, del que ha sido, del único beso que completó tu forma para siempre, porque eres eso, todo desde el beso hecho con mis salivas, con la sal de mi cuerpo, con la arena de mi tiempo y de tu tiempo, y este germen del amor que estuvo hambriento como un pinchón huérfano en esa noche de mayo, bajo ese resplandor que ilumino lo cierto, que lo hizo entonces para siempre, y fui hombre por tu beso, y que antes fui solo un torbellino de siglos, una tormenta de átomos dispersos, de cualquier dios, de cualquier galaxia, de cualquier muerto o vivo, o raza, o guerra o pólvora, o nada…