La siembra
La obra es considerada de perfil compuesto o de recorrido
visual continuado en ambos lados del muro.
Si bien la similitud más cercana con otras de las ramas del
ate es la del cine o cinta de imágenes, el mural “La siembra” no reproduce alegorías
de la institución que si bien lo merecen por su recorrido histórico que
respaldan sus 77 años.
La obra artística decide aparecer contando lo que la
institución y sus hombres reproducen en el silencio del contacto humano del
hombre agricultor y la ciencia o el aporte de la tecnología.
La carga histórica es entonces del hombre y la tierra, su
tierra, en ella aparecen sus mitos que son ancestrales la madre tierra- mujer nativa, origen de la América, es la
misma tierra que se abre luego de germinar el pensamiento de la floración,
entonces el mural se abre en flores blancas de azahar.
En contraste con esa calma de oración antigua, irrumpe un
sol americano, descompuesto del inca símbolo de la bandera nacional, no frunce
el ceño como señal de la guerra o la valentía, sino que, es el resultado de
todos las posibilidades del clima, la lluvia, el viento, la seca, el frío los
impensado del destino de la siembra, los trascendente e inevitable del clima
sobre la futura cosecha.
El fondo entonces de la primera parte es una bandera
nacional que recrea e invita a un sentimiento patrio de la argentina, que
debate su patria agrícola en el bicentenario para entregarnos “un pensamiento
reflexivo, aún juvenil, con raíces en la tierra y las manos desafiando un dios
tan solo cotidiano.
Una clave nos deja este primer muro, una naranja abierta, como
un reflejo ante un espejo, como una figura que conecta las dos etapas del
mural, no es un aporte de identidad local como se podría suponer, sino una
simbología que explica el cruce, la llegada, el desembarco del europeo y el
aporte tecnológico desde la semilla misma del citrus.
La otra conexión está dada por figura livianas etéreas de
pájaros que atraviesan en primer plano el muro, pájaros curiosos del misterio
del siembra, dejándonos sensación de siesta y calor sobre el surco que siempre
se abre como una constante.
Las garzas ya en el plano interno levantan vuelo, es
mediodía, sobre la curva de la loma, es el mundo de este lado de las cosas, un
sapucay y un chamamé le dan alimento al paso del arado.
El silencio es total en el rojo horizonte, donde la madre
tierra es mujer compañera para amamantar el fruto recogido.
Es un día simple sin embargo, que comienza con un silencio
nacido desde las cortinas de los eucaliptos, metáfora de los pensamientos del
hombre, en él una semilla existe como un milagro que da sus frutos, el
cotidiano oficio de hacer las cosas con las manos sabias, de la ciencia y de la
vida.
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