EL BRUJITO
La estrella de la tarde de oriente anuncia la noche buena, la tierra caliente del verano resiste empujando nubes hinchadas de agua, negadas como un presagio, la herida del tiempo detenido como un salmo atemporal designio para dioses y brujos…
Para todos nacerá lo nuevo, la semilla, la palabra del tiempo inmemorial traído como una señal única en la sangre malograda por la ceguera de la fe y la espada mal traída para dañar el paraíso.
El canto de la chicharra en la tarde, cuelga sonidos desde la corteza de los árboles, como si fueran llantos de niños huérfanos del mundo.
Y sobre la braza roja y gris del día, dos brujos esperan con la posesión de la sabiduría, el que marca la certeza de que el mesías está nomás al caer.
Francisco y Fausto atizan las brazas cocinando al alimento de animales muertos para volverlos sagrados en la mesa de los otros.
Francisco Retamozo, fuma su cigarro con su humo llenador de ausencias, gris la braza del cigarro como los caminos de sus pagos de Raíces, Fausto Oviedo o Flores al fin y al cabo da igual, aquel que de niño lloraba de hambre como otro animal en cautiverio en el regazo de la Agustina, está a su lado.
El candil iluminaba ese llanto de navidad de Fausto, del hambre del Fausto el niño de las trenzas de la promesa por la enfermedad.
El suspiro de Agustina fabricaba en la noche un pesebre como este, con comida para rato, abundante aunque fuese ajena.
Sobre esta estrella de la tarde, y aquella que sobre los gris de los caminos de Raíces, y de los senderos verdes en Desmochado iluminaba hasta llegar al puerto de Lavalle, por ahí andaba mientras tanto Venancio Oviedo o Flores da lo mismo, arreando vacas de los otros como si le fueran propias.
Un viento Norte sopla ahora sobre la curva de la tierra, uniendo las dos estrellas, caliente como una hembra en celo, y sobre ella se posa hacia el oeste rojo del final de la tarde, la estrella única indicada, como buscando reyes magos perdidos en la ceguera del consumo en el que nos hemos metido también como ciegos y llorando de hambre.
La estrella al fin ilumina el corral sagrado, donde habitan animales humanos amorfos de idiotas, y entonces el vientre universal sagrado da a luz en navidad como ya fue indicado, y aquí nace un brujito morocho de sangre que ya juega atizando el fuego por si hiciera falta.
Para todos nacerá lo nuevo, la semilla, la palabra del tiempo inmemorial traído como una señal única en la sangre malograda por la ceguera de la fe y la espada mal traída para dañar el paraíso.
El canto de la chicharra en la tarde, cuelga sonidos desde la corteza de los árboles, como si fueran llantos de niños huérfanos del mundo.
Y sobre la braza roja y gris del día, dos brujos esperan con la posesión de la sabiduría, el que marca la certeza de que el mesías está nomás al caer.
Francisco y Fausto atizan las brazas cocinando al alimento de animales muertos para volverlos sagrados en la mesa de los otros.
Francisco Retamozo, fuma su cigarro con su humo llenador de ausencias, gris la braza del cigarro como los caminos de sus pagos de Raíces, Fausto Oviedo o Flores al fin y al cabo da igual, aquel que de niño lloraba de hambre como otro animal en cautiverio en el regazo de la Agustina, está a su lado.
El candil iluminaba ese llanto de navidad de Fausto, del hambre del Fausto el niño de las trenzas de la promesa por la enfermedad.
El suspiro de Agustina fabricaba en la noche un pesebre como este, con comida para rato, abundante aunque fuese ajena.
Sobre esta estrella de la tarde, y aquella que sobre los gris de los caminos de Raíces, y de los senderos verdes en Desmochado iluminaba hasta llegar al puerto de Lavalle, por ahí andaba mientras tanto Venancio Oviedo o Flores da lo mismo, arreando vacas de los otros como si le fueran propias.
Un viento Norte sopla ahora sobre la curva de la tierra, uniendo las dos estrellas, caliente como una hembra en celo, y sobre ella se posa hacia el oeste rojo del final de la tarde, la estrella única indicada, como buscando reyes magos perdidos en la ceguera del consumo en el que nos hemos metido también como ciegos y llorando de hambre.
La estrella al fin ilumina el corral sagrado, donde habitan animales humanos amorfos de idiotas, y entonces el vientre universal sagrado da a luz en navidad como ya fue indicado, y aquí nace un brujito morocho de sangre que ya juega atizando el fuego por si hiciera falta.
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