14 septiembre 2008

TUMBAS



Recorrí las tumbas... abiertas y secas,
con las primeras señales que deja el tiempo del abandono... mi
cabeza no paraba de contarlas, estaba entre las últimas casi envuelto en la maleza, aparté unas ramas de tala y volví a estar frente a la última de las sepulturas, toqué la lápida dura de piedra, la recorrí con los dedos, como si fuese un ciego, intentaba buscar ese nombre, esa clave pero nada, todo estaba borrado, o quizás fué escrito así.

Dejé como con desesperanza la señal que llevaba, no con el convencimiento de que sirviera para algo, sino como quién deja solo una flor en la tumba de un muerto que ya lleva varios años ahí, o
como quien ya no espera la resurrección, porque esos tres tres días ya han
pasado de sobra.
Caminé hacia la punta misma de la barranca, y disfru­té del paisaje, lo bello del paisaje, las montañas en varios tonos grises y amarillosse mezclaban como un juego perfecto cuando comenzaba a caer la tarde.


El sol buscaba meterse entre esa boca abierta que dejaba el río camino al sur, una boca no muy ancha, pero profunda, entre este lado de la tierra y un puñado verde de islas, el atardecer ahí solo recuerdan ecos de una batalla... cañones, artillería, gritos y barcos incendiados, las tardes ahí, como el sueño que me persigue, siempre recuerda lo mismo...
LA GUERRA.
Con la mirada viajando hacia el horizonte, sentí como el sol se me iba metiendo también en el cuerpo, como si yo fuera el paisa­je mismo, el sueño comenzó a inquietarse en mí y la noche tendió su trampa como siempre, algo había cambiado de pronto... yo ya no
debía estar aquí pensé y luego la gramilla crujió, como cruje el miedo en la infancia...


(de la Teoría del Punto)

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