LEYENDA
Mi corazón pregunta
¿ A dónde es que te lleva la noche?... la sentencia atrapada como un insecto abstraído por los asombros naturales.
Y yo, bebo aciertos de voces que recorren distancias desde otro tiempo, para luego ofrecer al mundo sonidos en el hallazgo de esos labios, como tiernas voces de felinos en celos de la noche, que defienden lo pactado, lo ancestral y es esa voz entonces la que decide recorrer la piel del estero, y luego la roja tarde, y más allá la selva en su inicio, y más allá el anuncio de otro nacimiento de un cachorro amamantado por su madre en un redondel del juncal, con su latido y la temperatura exacta de su cuerpo.
Y esas flautas, y esos violines de los vegetales, esa música del vidrio azul del estero, que como un coleccionista de estrellas nacidas apenas de la panza de la tarde, y su repetición, su reflejo, decide amanecer sobre la proa del mariscador.
La sombra humana entonces como un fantasma, con ojos de silencio para fijar los peces y no dañar al carpincho, y seguir la huella del guazuncho hacia el resto del monte sin talar, siguiendo la huella en el fino sendero que queda del barro original.
Y estas voces son las que callo, y esta humedad de mi mano que presientes eterna, y el desafío rojo de tu sexo en mi territorio como una marca, que recorre la fiebre de la piedra que ahora es el tiempo, y que su voz dice que me llama.
Aquí es el anticipo de la noche entonces donde estamos y una estrella, y yo cabalgo en ella, y a los costados de mis pasos las sombras de los árboles salen en mi cacería.
Sin especies estos árboles, sin nombres propios borrados por este instante, burlando todo tipo de medida conocida, de enumeración, de designio, y no pueden ser tocados, ni darles muerte, es solo una sombra vegetal que se expande para confundirse definitivamente con el fondo de esa noche.
Aquí debo reconocer mi espanto, no cabía ninguna posibilidad humana de sobrevivir, ni de escapar siquiera, las raíces crecían de la nada aferrándose a los restos de humedad del aire, que lo era todo.
Entonces bebo de nuevo en el estero que ahora es solo un paisaje de lo que fuimos, y que en su reflejo estaba todo lo dicho.
La mordedura es letal en este estado, el veneno es el SILENCIO más absoluto, y así despierto.
En tierra firme la muerte me sigue por siglos acechando con tu pregunta…
La cual no tendrá jamás respuesta.
¿ A dónde es que te lleva la noche?... la sentencia atrapada como un insecto abstraído por los asombros naturales.
Y yo, bebo aciertos de voces que recorren distancias desde otro tiempo, para luego ofrecer al mundo sonidos en el hallazgo de esos labios, como tiernas voces de felinos en celos de la noche, que defienden lo pactado, lo ancestral y es esa voz entonces la que decide recorrer la piel del estero, y luego la roja tarde, y más allá la selva en su inicio, y más allá el anuncio de otro nacimiento de un cachorro amamantado por su madre en un redondel del juncal, con su latido y la temperatura exacta de su cuerpo.
Y esas flautas, y esos violines de los vegetales, esa música del vidrio azul del estero, que como un coleccionista de estrellas nacidas apenas de la panza de la tarde, y su repetición, su reflejo, decide amanecer sobre la proa del mariscador.
La sombra humana entonces como un fantasma, con ojos de silencio para fijar los peces y no dañar al carpincho, y seguir la huella del guazuncho hacia el resto del monte sin talar, siguiendo la huella en el fino sendero que queda del barro original.
Y estas voces son las que callo, y esta humedad de mi mano que presientes eterna, y el desafío rojo de tu sexo en mi territorio como una marca, que recorre la fiebre de la piedra que ahora es el tiempo, y que su voz dice que me llama.
Aquí es el anticipo de la noche entonces donde estamos y una estrella, y yo cabalgo en ella, y a los costados de mis pasos las sombras de los árboles salen en mi cacería.
Sin especies estos árboles, sin nombres propios borrados por este instante, burlando todo tipo de medida conocida, de enumeración, de designio, y no pueden ser tocados, ni darles muerte, es solo una sombra vegetal que se expande para confundirse definitivamente con el fondo de esa noche.
Aquí debo reconocer mi espanto, no cabía ninguna posibilidad humana de sobrevivir, ni de escapar siquiera, las raíces crecían de la nada aferrándose a los restos de humedad del aire, que lo era todo.
Entonces bebo de nuevo en el estero que ahora es solo un paisaje de lo que fuimos, y que en su reflejo estaba todo lo dicho.
La mordedura es letal en este estado, el veneno es el SILENCIO más absoluto, y así despierto.
En tierra firme la muerte me sigue por siglos acechando con tu pregunta…
La cual no tendrá jamás respuesta.
2 Comentarios:
Gustavo, muy bellas tus palabras.
Te invito a leer las mias en http://todas-y-ninguna.blogspot.com
Serás bienvenido.
Abrazos.
Gustavo : ninguna duda de lo que te dije hace ya tanto tiempo : sos un poeta poderoso. Algo vital late en las entrañas de tu poesía, algo que antecede a la palabra misma. Cuando la poesía era eso : la única conexión posible entre los dioses y los hombres. Imágenes impagables. Toda tu obra, pero te dejo el comentario aquí. Y que sepas que te admiro. Pocos como vos
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