LA PUERTA.
Ella estuvo allí
parada como un fantasma... de esos que suele escupir el misterio del mar... el
cabello largo, negro-ceniza,
sobre los
hombros... como empujado y enredado todavía por el viento, un
viento viejo (pensé)... un vestido negro largo, cubría su delgado cuerpo... más
fantasma que cuerpo... más misterio que mujer... alcancé a escuchar su nombre,
que salía como un silbido, desde su boca pequeña... cuando me dijo "me
llamo Sara"...
Fue lo
último que recuerdo... cuando intenté alcanzar sus manos para saludarla... yo
estaba otra vez en los caminos del sueño...
Entré con
la mano extendida... en ella llevaba la flor de la higuera, la que
yo consideraba mística, y segunda pista para la teoría del punto...
caminaba en silencio, como cada vez en el ingreso de este sueño...
recorría las tumbas... abiertas y secas,
con las primeras
señales que deja el tiempo del abandono... mi
cabeza no
paraba de contarlas, estaba entre las últimas, casi
envuelto en la
maleza... aparté unas ramas de tala... y volví a
estar frente a
la última de las sepulturas... toqué la lápida, dura de piedra,
recorrí con los dedos, como un ciego... intentaba
buscar ese
nombre... pero nada, todo estaba borrado, dejé como con
desesperanza, la
señal que llevaba... lo dejé no con el convencimiento, de que sirviera para
algo, sino como quién deja solo una
flor... en la
tumba de un muerto, que ya lleva varios años ahí...
como quien
espera la resurrección, cuando los tres días, ya han
pasado de
sobra...
Algo estaba
diferente, el sueño se estaba prolongando demasiado,
aproveché y
caminé hacia la punta misma de la barranca, y disfruté del paisaje... lo
bello del paisaje... las montañas, en varios tonos de grises y amarillas,
se mezclaban como un juego perfecto... comenzaba a
caer la tarde, y el sol siempre buscaba
meterse entre
esa boca abierta que dejaba el río camino al sur, una boca no muy ancha,
pero profunda... entre este lado de la
tierra, y un
puñado verde de islas... el atardecer, siempre recordaba los ecos de una batalla...
cañones, artillería, gritos y los
barcos
incendiados... las tardes ahí, como el sueño que a mí me
persigue... en
el cual ahora estoy dentro... siempre recuerda lo mismo.
LA GUERRA.
Con los ojos,
viajando hacia el horizonte, sentía como el sol se
me iba metiendo
también en el cuerpo... como si yo fuera el paisaje mismo... el sueño comenzó
a inquietarme... y la noche tendió su
trampa como
siempre, algo había cambiado de pronto... yo ya no
debía estar aquí
pensé... la gramilla crujió, como cruje el miedo
en la
infancia... la noche se cubrió de sombras... sombras monstruosas, sombras
de nada... ahí estuve yo, parado en la punta misma
de la barranca,
la más alta de todas... el miedo avanzaba como la
peste, el miedo
gritaba, con la locura de la fiebre y venía a mi
encuentro...
abrí los brazos, tal vez esperando una salvación
divina...
pero la enorme noche estrellada, ahora no estaba
cerca... el
cementerio entero fue la trampa, el sueño otra vez fue
la trampa... yo
lo sabía, pero quería salvarlos... sentí los brazos
rígidos
del ejército, el ejército de las sombras humanas, frías
como el metal de
sus ojos... ocho brazos, tal vez más, rodearon mi
cuerpo...
yo quise gritar, pero fue imposible... nada se puede
gritar dentro de
un sueño... nadie puede escapar de su sueño...
Y me
dejé llevar, por aquellos hombres, que creyeron en mi
traición... a
los cuales yo intentaba salvarlos... mi cuerpo se
aflojó, y
solo fui parte de esa noche de miedo... vi millones de ojos rojos,
enormes... habitando con desesperación los desiertos
caminos del
insomnio, sentía el jadeo de sus cuerpos, en busca de
una gota de
sangre, de una gota de sueño... creí en ese instante,
que morir era
una causa justa... pero tal vez solo podía alimentar, a no más de uno...
quizás más... quizás a ninguno...
Yo debía ser el
mensaje, no los símbolos que intentaba encontrar, en mis absurdas
teorías... pero también entendía que estaba
un poco
lejos de ésta raza... la simple posesión del sueño... me
colocaba en
una posición, sagrada para ellos... mis captores, en
el camino, más
que apresar mi cuerpo, buscaban contagiarse con
aquello, que
ellos habían perdido definitivamente...
Yo, no solo era
un hombre diferente, además venía de aquél lugar,
donde soñar, era
cosa de todos los días...
Me parecía rara
la experiencia, ser capturado... en un sueño, que
no podía durar
más de la cuenta... yo despertaría y todo se acabaría... pero lo que más
me atormentó después... fue el pensamiento de que... si ellos lograban
apoderarse del elixir del sueño... tal
vez yo ya
no podría volver... dudé, cuando pronuncié ésta última
palabra.
Me colocaron
cerca de la que yo reconocía como mi tumba... me
dejaron
acostado, con la cara hacia arriba... ni siquiera me ataron
las manos, solo estaba... todos estábamos de alguna manera
esperando
algo... o a alguien...
Cuatro fogatas
fueron encendidas, con algo de rama seca... aquella ceremonia, me parecía
demasiado real para que suceda en un
sueño... pero
más que apariencias... en mí estaba firme el deseo de
volver... de
salir de ése sueño, el que todavía me atormenta... solo que esta vez
duraba más de la cuenta...
Recorrí en
silencio, solo con la mirada, el rostro de los guardias, buscando encontrar
algún rostro conocido, no hace tanto creo, yo también fui parte de ése
ejército... pero nada me parecía familiar... traté de descansar,
buscando las estrellas más brillantes... conocía de sobra las
figuras que formaban entre ellas,
pero
igual, también las fui repasando... en el fondo de mí, quizás
por un
pedido de mi memoria... intenté retener todo lo que pude,
como
concibiéndolas desde otro sitio... quizás por última vez... quizás por
primera vez, desde un sueño...
El amanecer, que
siempre sabe alejar los males, me pareció... que
tal vez no
llegase nunca... fue la primera vez que experimentaba esa sensación... y
sentía piedad por los hombres que ahora esperaban algo de mí... yo
también esperaba algo secreto, algo que todavía, no puedo asegurar de que
se trata... algo tal vez para compartir con esos hombres de madera...
Ya es el tiempo
dijeron todas las voces, como si todos los
tiempos, que a
mí me atormentaban solo fuesen uno, justo en ese
lugar... las
fogatas estaban ahora más cerca... creí que quemarían
mi cuerpo...
sentía el fuego, no como un dolor, sentía el fuego
como el misterio,
como el gran misterio de la vida, dentro del
misterio de la
noche... dentro de éste misterioso sueño.
Las fogatas,
solo servían para iluminar mi cuerpo un poco más, ya
no sentía el
miedo del comienzo, tampoco sentía ganas de huir, lo
creía imposible...
jamás creí que se podía escapar de un
sueño... todo
siempre sucedía ahí dentro...
La
ceremonia comenzó, desde el fondo de la noche, seis figuras
vestidas de
blanco, comenzaron a examinarme con sus ojos enormes, casi al rojo vivo,
como si fueran una braza incandescente... los vi acercarse, eran
también parte del ejército, uno de ellos me grito traidor, mostrándome la
hoja, en la cual intenté explicar
la teoría del
punto... otro solo me arrojó la flor de la higuera y
no dijo nada...
el tercero, con voz implacable dijo... ya hemos esperado demasiado
tiempo ! ... y todo el ejército de los hombres de madera, gritó lo
mismo... !Ya hemos esperado demasiado tiempo!... los rostros se
desdibujaban por la luz y el humo de
las fogatas, tomando
un aspecto, que espantaría al mismo diablo... no opuse
resistencia, cuando comenzaron a
desvestirme...
solo esperaba poder despertar, tenía que
hacerlo... solo
eso podía salvarme, aunque no sabía de qué...
La noche
tuvo otra vez el tamaño del silencio, del silencio
feroz... que
vive entre el sueño y la vigilia... cuando sentí una
mano fría, que
recorría mi cuerpo... y luego se metía sin dolor en
el fondo de mi
pecho... sentí crujir la carne, y el desgarro de
los músculos,
sin el menor dolor absoluto... todo tenía para mí el
tamaño de la
sorpresa, más aún... cuando ese hombre que profanaba
mi
cuerpo... sacó las manos en sangre, y como si fuera una fruta
madura, comenzó
a saborear el rojo jugo, de mi sangre... solo un par de gotas,
fueron a dar, en algo parecido a un tubo de
ensayo... que le
alcanzaba otro de los hombres que estaba cerca...
El, levantó el
tubo y se lo mostró a la multitud, que rompió el
silencio del
sueño, como si fueran animales sedientos, y luego
pidieron más...
Este
brujo o médico, sonrió cerca de mi cara, y me beso la
mejilla,
con una extraña sensación a venganza... yo conocía ese
sentimiento,
porque muchas veces sentí, esa especie de beso que
daban los
hombres mediocres solo para robarse mi magia...
Luego del
beso, pidió una de las antorchas, volví a ver esa
cara... esa
absurda cara de todos los hombres del mundo, con los
ojos en el
dinero... con el corazón, latiendo la ambición también
más absoluta...
en esa única cara, sonrió una vez más... y en el
hueco de mi
herida, metió la antorcha encendida... el fuego cerró
mis ojos... con
todas esas estrellas adentro, las que tal vez vería
por última vez,
pensé... y sentí más fuego... y más...
Cuando desperté,
estaba tirado en la cama, Sara me colocaba unos
paños fríos en
la frente... yo temblaba de fiebre, y gruesas gotas
de sudor, casi
tallaban mi espalda...
cuando la fiebre
pasó, después de un largo rato... pude preguntar
algo a
aquella mujer, que se movía por mi casa, como si siempre
hubiera
vivido en ella... Sara me alcanzó a la cama un plato de
sopa caliente, y
con una caricia casi maternal me quitó, el paño
frío de la
frente...
" Hola soy
Sara " volvió a decirme como
aquella vez, en que abrí
la puerta... yo
le pregunté que había pasado...
Sara me dijo,
que hacía tres días con sus noches, que esperaba a
que
alguien abriera la puerta, cuando nadie contestó, decidió
probar...
y la puerta estaba abierta, volvió a llamar pero nadie
salió, entonces
fue hasta la habitación y ahí estaba yo, profundamente dormido, decidió
esperar y así pasaron dos días y más...
Pero hoy,
sobresaltado por mis gritos, empezó a tratar de apaciguarme la terrible
fiebre...
Sara estaba
vestida igual, que cuando golpeó a mi puerta, yo juraría que la
atendí, pero no recuerdo nada más.
Sara venía del mar, del viejo mundo, su acento de española la
hacían doblemente
encantadora... me contó que nació en Sevilla,
pero que
viajó hasta el puerto de Sanlúcar de Barrameda... y su
barco ya la
esperaba ahí, en pleno Golfo de Cádiz, me dijo que no fue fácil llegar hasta
ahí... que el primer recorrido lo hizo a lomo de mula,
ya que seguía
los mandatos y los deseos de su abuelo,
deseos que pronunció antes de morir..." se
llamaba Hermógenes" recuerdo que me dijo...
desarmó su pequeño bolso de viaje, me mostró su boleto
para su viaje en
barco hasta la
Argentina... todavía lo conservo,
después de
muchos años...
Luego,
sacó un libro enorme, de tapa azul, y su bolso había
quedado
completamente vacío...
Esto es lo que
he venido a traerte, me dijo, éste es el mandato
que yo debía
cumplir.
HUELLAS
Seguía las huellas sobre el
barro de una zona baja, había dejado arenas y montañas de un lugar conocido
como el Toropí, era una tarde de algún otoño suave podía sentirlo en la brisa
que dejaba entrever su viento sobre mi rostro desconocido, y desconcertado del
resto, como la mueca de un fósil donde
lo que ha hecho daño no es el paso del tiempo sino la posesión total del mismo.
Seguía las huellas de unos
animales por esos senderos que saben marcarlos, como pequeños ojos de aguas
algunos, o como esmeraldas celestes que daban inmensidad igual a ese reducto
olvidado por los designios del dios y su belleza; los arbustos espinosos y
bajos sangraban mis brazos como una prueba de que ambos estábamos en desafío
constante, ellos perdiendo virginidad de no haber sido tocados jamás por el
pulso humano, y yo, entregando unas gotitas de sangre que se volatilizaban en
al aire, las menos, las otras como sanguijuelas se quedaban adheridas a mi piel
secándose al instante dejándome este tatuaje de un primer contacto con algo de
vida.
Las voces de los pájaros del
lugar, poseían voz y eco a la vez, como una naturaleza desconocida por mí,
canto y dispersión y no hallazgo de su progenitor, y luego más gorjeos, que
quedaban resonando sobre las paredes de las montañas más lejanas, y desde allí
volvían en secuencias perfectas por horas diría, o meses, o noches, al fin de
nada servirían las cuentas aquí, ni ya en ningún lugar.
Las capas de voces, se iban
multiplicando algunas perfectas, una sobre otras perfectas, miles, una sobre otra,
voces primero de la misma especie, luego de otras, intercaladas como un
laberinto interminable.
En la noche imagine la
aparición de sus dueños, de esos pájaros, ahora siluetas saliendo de la tinta
de un creador que poseía todo en unas hectáreas pequeñas de médanos y de
arenisca, de arbustos, de nubes similares, de sensación distante, de estados de
olvidos de manera inversa, como despedidas que regresaban con sus adioses de
mano levantadas y llantos y dolor, y todo esto fuera solo una mueca absurda de una
máscara teatral obsoleta, de toda una raza inútil de mí, y de miles de hombres
similares en el resto del mundo que creí mío y conocido.
Aquí caí de rodillas lo juro, sobre
el barro de este origen vertí una lágrima que en suerte sobrepasó mi cuidado y
mi moral y fue cayendo presumo en un tiempo todo, con todas sus voces y sus
elementos, su mañana, su tarde y su noche y fue a buscar regazo en un pequeño
remolino de un charco, y eso fuera todo, misión cumplida de belleza toda, y
luego esa vacío sagrado de tarea cumplida y toda la redondez del mundo con sus
formas para descubrir, para recoger un plumón de una ala y ponerle nombre a ese
pájaro por primera vez, con ramas pequeñas armar su nido y con fuego entibiar
sus pichones, y con otras ramas inventar los árboles y con piedras de colores
crear ciudades y templos, donde jamás habitarían hombres ni dioses, solo un
sueño, solo eso.
Recordé entonces a Sara, su
llegada a mi puerta, su brisa transparente y suave, reparadora de este
infierno- hombre que me posee.
Con esta sagrada pertenencia
acaricio los pétalos de unas flores amarillas de un jardín a mi paso y veo como
suave se mecen las hojas y los frutos de un mango señal de que el viento ha
pasado y que es un milagro presentirlo, detrás, en colores púrpuras y naranjas
las nubes se arremolinan con unos
vestigios finos de pájaros en las sombras, atardece entonces sobre esta cara
del mundo, sobre un diciembre de hombres apresurados, sobre voces interminables
en la calle, sobre mentiras, sobre voces impostadas, sobre aquél pecado de las
palabras, que de a una recorre los senderos para perderse en el inicio de la
noche.
Antes de este milagro, me
pregunto donde te has ido, pregunto si ese lugar no esta al fin dentro mío y
por primera vez acaricio la navaja, como si fuera el primer amor, y siento el
metal en al alma, como siento el paso del tiempo y la espera de tu beso, del
primero, del que ha sido, del único beso que completó tu forma para siempre,
porque eres eso Sara, todo desde el beso hecho con mis salivas, con la sal de
mi cuerpo, con la arena de mi tiempo y de tu tiempo, y este germen del amor que
estuvo hambriento como un pinchón huérfano en esa noche de mayo, bajo ese
resplandor, que ilumino lo cierto, que lo hizo entonces para siempre, y fui
hombre por tu beso, y que antes fui solo un torbellino de siglos, una tormenta
de átomos dispersos, de cualquier dios, de cualquier galaxia, de cualquier
muerto o vivo, o raza, o guerra o pólvora, o nada…
Estará entonces la saliva de
tu beso en mi cuerpo me pregunto y llevo la navaja hacia mi pecho y siento que
el sueño me gana su primera batalla, sobre la forma de tu cuerpo en el sillón.
Conmovido estaba entonces por este pensamiento, de la calidez del
recuerdo de esa boca y de ese beso, nostalgia-viento-herencia, en círculos el
tiempo como una bandada de caranchos y mis huesos en descomposición desde la
vértebra inicial al resto, casi una melodía pre- establecida, un canto cierto
un cuento de niños presumible, el cazador atrapado manso en el desacierto
absoluto, una víctima lastimera, pobre sombra pasando las horas mortales… y el
eco aquél el que me trae tu nombre es el mismo que me recuerdan los gritos de
la guerra, una guerra de hombres, de razas, una guerra en mí mismo presumo como
así mismo presumo el sin final de esta historia.
Vendrá tu beso entonces inventado como es costumbre, inventar tu
nombre, inventar el sonido de la voz que te nombra, tu mundo, tu continente, el
mar que te trajo el puerto del amarre y el viento que empujaba al destino, ese
sentencia mentirosa que dice que nada se debe modificar, solo con la firme
intención de bajar los brazos abatido…
Sara, recoge flores silvestres los jueves en ayunas para el rito, creo
verla agazapada como una fiera detrás de ese follaje brillante de rocío, la
mañana no decide todavía levantarse para darle tiempo necesario a este milagro…
Sara recoge flores, para amanecer al mundo, rosas y claveles,
primaveras y margaritas como en un cuento de niños, como el niño que ahora
sospecho lleva en su vientre, que ella acaricia con esa su mano silvestre, con
la misma que empuñó la espada en la
Europa, con la misma que marcó los mapas en el océano, con la
misma que calmó mi fiebre una noche, y esa noche fueron todas una y para
siempre, con esa mano que acaricia su vientre derribó las fronteras entre el
sueño y la vigilia, agitó los vientos necesarios para volver arena a las
montañas y luego las hizo tiempo y con esa
misma mano también lo deshizo una vez, y en la fogata de objetos
inútiles el tiempo se convirtió en ceniza, tan solo en eso.
Con flores, Sara, en un instante de la curva del mundo sin amanecer le
ofrece sus pechos de leche materna para que beba esta tierra árida de la
pólvora, porque quiere dar a luz un niño en paz y no pide nada más… del cordón
umbilical conectado a ese latido mineral de un niño apresado por el embrujo de
la noche, con su boca roja de la venganza casi muerta… sobre el frío de esa
espalda la de Sara, se mueven animales marinos enormes del miedo de los poetas,
de los guerreros, de los hombres y sus tormentos, con ese latido del niño
venido desde la noche del mundo…Sara escucha los ejércitos del mundo que
avanzan sobre sus hombros como reptiles envenenados, pero con un rezo los
espanta debajo de la cruz del sur.
Ofrece sus pechos Sara, al surco, al campo abierto, a la toldería
incendiada por la barbarie, leche y agua bandita es la lluvia, la lluvia que
llega por nacer al niño, la buena lluvia, la santa lluvia que despierta esos
muertos por última vez para esa oportunidad que ya nadie busca…
Sara, es un resplandor, un relámpago en la tarde sobre la barranca
roja… aprieta en las manos ese manojo de flores, silvestres del mundo, ese
secreto guardado por miles de años para ese su niño que nacerá al fin en
América, AL FIN Y AL CABO en tierras de arena, gris de la espera de la ausencia
de las semillas… en esas mismas montaña que fueron presa del cañón de la
batalla y del hambre, de la muerte, de la peste, de la fiebre amarilla de la
cólera, de la ambición de la raza, de la codicia y de la barbarie…
Nacerá por fin en América ese niño, falta poco para que amanezca, falta
poco.