Cicatrices de plata en oleaje sobre el río rojo, gris el
poniente de esas nubes inquietas en el final de la tarde.
Oscuro atardecer, carente de liberar los cuervos, amputados
del deseo de gobierno y del poder, malicia de estas horas perdidas en la proa del
barco al garete del viento, sabio protector de las mareas.
En algún lugar de la hojarasca sin embargo, tímidas
mariposas pliegan las alas ante la sed de la poesía.
Nada anticipa la llegada del poeta, solo ese rosa de la
floración del durazno en el final de esa rama,
finagris de los eternos, sabia silenciosa iluminada por dentro…
Una candela encendida en la bóveda del mundo, aguarda, por
el grito, el misterio…
Algo será develado, sin embargo!!!