12 noviembre 2012


En corceles  de plata estos hombres,  surcan el cielo de esta patria pobre del trabajo, valiosos jinetes que emprenden el camino hacia el alba, cual navegantes inquietos toman las distancias exactas de la curvatura del mundo, de la tierra, del tiempo, de esa loma amaneciendo…un polvo detrás de esas sombras, ellos flechas de sangre delatan el paso del tiempo, contar las horas, los días, ese simple desperdicio de los hombres comunes y sus tristes fábulas, héroes en tierras tristes, amputadas a tiempo de todas las cosechas  y todas las tormentas  reparadoras  de las desdichas y las fallas, acaso Dios es perfecto entonces!!!
En las alforjas nada más que semillas, errante destino de los santos fundando milagros con la misma humedad que nace de su cuerpos, ahí, las manos son como raíces de un vegetal extraño, con esa  marca, con ese  sello, que fundará la lluvia, la que agazapada como un tigre hace … polvos que espera, hace cenizas que aguarda con el rayo rojo en un mano, con el relámpago de los siglos en la otra , milagro que sabe abrir en la noche los ojos de ese niño en la cuna para que tenga al fin canto esta batalla de los hombres perdidos.
Sobre la gramilla reseca del maíz entonces, los pájaros agoreros de la muerte danzan en desorden, empujando las palabras hasta perderlas en las fogatas del indio y su espera marrón de vientre nativo, solo el barro original resiste toda esta palabra anticipada de la conquista.
Es una batalla pactada, necesaria, sabia, en silencio de las razas los dioses levantan sus  banderas, dioses inferiores solo poseedores del orden, de la métrica, de la cuenta que se inicia ahora, siempre, como un relincho de caballos encolerizados de sangre y pólvora.
En la selva, frutas, sabiduría, mantra sagrado como un juego, hechicería perturbadora del ser todo llamado a silencio.
Sobre el borde del continente de la Europa se apaga la pólvora y el odio.
Sobre el borde de la América, los pájaros se llaman a silencio, mientras se anuncia una estrella…
El tiempo entre ambos, es una serpiente azul brillante de la Atlántida, en sus escamas de siglos viajan todavía sin destino crucifijos y palabras.