12 enero 2007

ESCRIBIR O NO ESCRIBIR ?

Comencemos por el principio ¿Qué es escribir?. Según el diccionario escribir es varias cosas”es representar palabras e ideas con signos convencionales; es componer libros, discursos, etc; es marcar, señalar “lleva la preocupación escrita en la frente”; es comunicar por escrito.
La verdadera acepción, quizás sea una mezcla de todas las respuestas del diccionario, al menos cuando de escribir literatura se trata. Necesita de unas palabras e ideas representadas con signos convencionales (que permitan la comprensión al que lee), organizados con la intención con la intención de una composición (que puede ser una novela, una poesía un cuento). Debe tener la huella, la señal de quien escribe como si llevara una marca en la frente (el estilo del autor) y además, contener y revelar lo que quiso comunicar (el significado).
Eso para empezar, porque si es literario lleva el agregado de ser estético o bello.
Por todo eso es bien fácil; retroceder ante la escritura. Sobre todo para aquellos que somos lectores ávidos y asiduos ¿ Cómo encarar seriamente un fin que parece inalcanzable?.
Si bien todos sabemos representar palabras con signos convencionales-al menos todos los que alcanzamos a alfabetizarnos-eso no nos permite siquiera intentar comunicarnos por medio de una composición escrita que contenga nuestras marcas. Menos aún alcanzar la belleza.
Hay para éste impedimento algunas explicaciones. La primera es que “composiciones” nos remite de inmediato a la escuela o al colegio, donde se nos exponía a fracasar en nuestras dotes poéticas enfrentándonos de buenas a primera a “crear” (como si Dios hubiera hecho al hombre de la nada) fragmentos escritos que producían una dudosa inspiración, tales como “la vaca”o “el 25 de mayo”, en un acotad lapso de 40 minutos y a veces menos.
La segunda es que escribir a partir de la intención de comunicarse uno mismo se expone, nos expone.
Dejar marcas propias es como dejarse ver y eso nos asusta, más que eso: nos aterra.
Es posible que hayamos pasado por una etapa en la que escribíamos emociones y pareceres. Hasta es posible que tengamos, muy bien escondidos, aquellos papeles en la actualidad. Los más osados, puede que continúen con la actividad a lo largo de la vida pero, la mayoría de las veces, manteniendo el tono de secreto guardado par develarse a los más íntimos, o a nadie.
Las excepciones responden a algún azaroso mérito logrado en el hogar, las instituciones y/o los pares, razón que le permite al honrado mostrarse sin tapujos (porque lo hace bien), pararse ante las letras desde una posición de experto y comenzar a recorrer el camino de lo escrito en una postura bípeda ventajosa en un extremo cuando el objetivo es avanzar.
Es el mito del escritor. El resto nos arrastra entere papeles y palabras. Avergonzados, nos conformamos con leer, que nos da placer y le estamos agradecidos a la casta de “elegidos”.
Después de todo, no es para cualquiera.
¿Será que somos cualquiera?
Pero a pesar de los temores nos es posible reconocer que la lectura es sólo un aspecto del código escrito. No parece difícil reconocer que un espectador de fútbol o tenis que jamás practicó ese deporte es diferente de otro que lo practica habitualmente. Quien pasa o pasó por la cancha cuenta con recursos diferentes de quien se mantiene en posición de mero espectador. La escritura no difiere demasiado en cuanto a esto, quien la explora como lector está ateniéndose sólo a unos aspectos de la misma y eso limita las condiciones de apropiación.
Levantarse y andar.
Componer es formar de varias cosas una, juntándolas y colocándolas con orden; es ajustar y concordar. Es decir, es una práctica . factible de transcurrirla lúdicamente y en sociedad. Con otros “practicantes”, que establezcan nuestras mismas búsquedas, se hace posible comparar, compartir, acordar, enriquecer. Sin necesidad de esconderse aunque nos lleve un tiempo acostumbrarnos.
La exploración, la selección, la nominación de las piezas a reunir es de lo que se trata la práctica que causa, ocasiona, engendra la propia escritura, la que tiene nuestra marca y nos comunica. La vedada, la creativa. Transitarla nos posibilita ampliar la frontera, pasar de la tribuna a jugar el partido.
Eso no implica la pretensión de ser campeón internacional.
Tampoco nos impide disfrutar del “picado”.
En cuanto a la belleza.... es como ganar el partido, un poco de azar y mucho de transpirar la camiseta.
(Publicado en la Revista el Nuevo Libre ).

06 enero 2007

LA ISLA CREADORA


Violando unas de las reglas centrales en la literatura según conceptos propios, nada puede narrarse sin la ausencia del narrador para que exista el texto, es más parece ser inviolable esta regla.
Habría que ver entonces que concepto distinto ofrece la repetición del paisaje en ella, en el milagro venido a menos digamos cotidiano de narrar, como enumeración de cosas, casi perfecciones de la lengua solamente, ya que uno ingresa en ese mecanismo y a la vez ensaya algo al parecer inconsciente, pero en realidad va eligiendo entre pre- diseños, pre-determinaciones o moldes más o menos felices a la hora de que escribir mientras narra.
Así se construye la nueva lengua poética, esa forma estilizada de no parecerse al otro, depende de una posibilidad ejercitada de la memoria en no repetir solo a su creación más reciente o ajena que más da, si uno hasta suele creerse en estos trámites dueño de un par de circunstancias fortuitas, que suele revelar primero a sus cercanos amigos mas luego a su lectores, con estas frases: estuve creando, esta es mi nueva poesía, mi primer hijo y algunas que otras barbaridades habituales.
He aquí una nueva circunstancia a la cual deseo referirme, una repetición sobre el paisaje, a veces esa construcción esencial donde situar al narrador, no siempre a la cuestión puramente poética.
De tanta repetición huele este antiguo misterio a falsedad inmediata, y no solo que se anula al narrador de esta forma al quitarle la escenografía primaria, sino a la vez logra la invalidez de todo tipo de narrador y en definitiva de narración de concepto verdadero.
Aquí debe el poeta lograr una regresión cuando entiende que ese camino hasta ayer cierto, es inútil ante la crítica más profunda que excede a si mismo, y que su fruto tan solo debería pertenecer al núcleo de creación que escapa por primera vez de su eje de construcción primaria, y debe elaborar un eje verdadero como inicio de un segundo ciclo en su creación.
La soledad magnifica consejera sobrevuela el pensamiento del poeta, y libre recorre la aldea, sobre esa huellas vacías definitivamente, y esa calles también absolutamente intrascendentes, rostros y sombras de seres, pierden la carga de ser tenidas en cuenta y de ser tazadas para una cuenta futura o inmediata, se elimina también de esta manera los ensayos y garabatos mal trazados sobre el tiempo y el espacio.
En un quiebre del lenguaje y del pensamiento, “se aisla” definitivamente el hecho de creación, esta pureza definida por Macedonio como el inicio de la metafísica, es el nuevo significado que volverá a redefinir toda nuestra obra.
No es una corrección sobre los papeles y los borradores, con esa mirada petulante y enceguecedora que suelen darnos los años por el solo impulso de haber escuchado, leído o creer vivido más de la cosmética de la cultura, este hecho banal de acumulación no solo confunde al poeta o creador, sino la mayoría de la veces o su lector, ya que la mayoría de la veces accede a la obra y al mismo tiempo al diccionario de sus pre-juicios y a la enciclopedia de la justificación del camino recorrido absurdamente por el creador.
En esta barricada se suele instalar la posibilidad o el milagro de la creación, en este territorio espinoso e intelectualmente a propósito cargado de dificultades, el maquillaje de los autores fue la tarea fundamental de las décadas anteriores o quizás de siglos anteriores, como saberlo en definitiva, si todavía hay universidades de lengua y literatura debe ser que el hecho todavía no ha sido resuelto.
Que hubiera pensado Cervantes, 400 años atrás de su obra, de su efecto y de sus causas y de este revuelo universal por encontrarle explicación a un pensamiento fuera de su estado de razón y de manejo, queriendo dar hoy explicaciones y similitudes y dobles enseñanzas con cuestionamientos del hombre no de la literatura, cuanto más perfecto que todo ese cuento de Borges, otro escritor que en definitiva te presenta la opción posible para las obras sublimes, cuando ese traductor Pierre Menard se vuelve él mismo Cervantes y traduce absolutamente igual el “Quijote”, con la misma lengua, con la misma cantidad de palabras, con la misma esencia… Cervantes descansa entonces finalmente, y Borges también y pronto será el turno de tu obra si así lo deseas y lo entregas al próximo traductor que en ficción y en realidad copiara cada una de tus palabras, si estas son merecidas no para las explicaciones que busca el mundo, sino para ese misterio inconsciente que solo se llamará poesía, y que el mercado y la ciencia ahora llaman Literatura tan solo con el afán de acumularlo todo.